Desde
su creación en el año 1857 por Denucé (primera incubadora humana documentada),
muchos fabricantes han trabajado para mejorar estos dispositivos, que se han
convertido en un elemento indispensable en las unidades neonatales de los
países desarrollados. Se trataba entonces de una bañera de doble pared con agua
caliente en su interior, que tenía que cambiarse cada poco tiempo.
Hoy
en día una incubadora podría considerarse algo así como un “útero extracorpóreo”, un
dispositivo capaz de imitar el medio ambiente que necesita un neonato, del que
no debió haber salido todavía, pero que por determinadas circunstancias tuvo
que abandonar.
En
este post repasaremos cuáles son esas necesidades ambientales que tiene el
neonato prematuro, y de qué manera se ven suplidas con una incubadora.
Calor: En el interior de su
madre, el feto mantiene una temperatura constante, la misma que tiene ella. Una
vez fuera del útero, debemos asegurar que el neonato prematuro no baje de los 36,5ºC ni
supere los 37ºC. Si se queda frío, su organismo consumirá todas las calorías
que tome (vía oral o parenteral) en la tarea de recuperar la temperatura
adecuada, y no habrá ganancia ponderal, además de que podrán aparecer otras complicaciones como
dificultad respiratoria o bajadas de glucosa en sangre. Si, por el contrario,
la temperatura corporal sube, el niño podrá sufrir taquicardia transitoria y
aceleración de la frecuencia respiratoria, entre otras.
Para
asegurar una óptima temperatura neonatal, la incubadora posee un mecanismo de control
que calienta el aire según las necesidades. Podemos calentarlo mediante el modo
manual, seleccionando en el panel a cuánta temperatura queremos el aire, que
oscila generalmente entre los 30 y los 35 grados. Esto es muy útil si tenemos que realizar alguna técnica que precise que una o varias puertas de la incubadora permanezcan abiertas durante un período de tiempo, que deberá ser lo más breve posible. En este caso podemos subir la temperatura del aire para que se minimice al máximo el cambio de temperatura, y afecte al niño en la menor medida posible. También podemos programar la temperatura óptima a la que debería estar el niño. La incubadora posee una sonda como termómetro, que se fija a la piel del bebé mediante un adhesivo. El aire será calentado hasta que el bebé tenga la temperatura seleccionada, y la incubadora hará que la
mantenga de manera constante (modo servocontrol).
Humedad: El feto vive
completamente sumergido en líquido amniótico en el interior del útero materno.
Simular ese ambiente en el exterior no sería posible al iniciarse al nacimiento
la respiración, pero tampoco es necesario. Lo que sí se ha demostrado, es que
la piel del prematuro menor de 30 semanas tiene muy delgada su capa córnea, la
que actúa como barrera, limita las pérdidas insensibles y protege de la
invasión de patógenos. En recién nacidos de 24 semanas el estrato córneo es
inexistente. Esto determina que el bebé prematuro tenga un incremento de las
pérdidas a través de la piel y por evaporación. Estas pérdidas se reducen
sustancialmente aumentando la humedad ambiental, lo que contribuye también a
que la pérdida de peso sea menor. La incubadora nos permite seleccionar la
humedad entre 30% y 100%. A más inmadurez, será necesaria más humedad.
Contención: En el interior de su madre, el feto “lucha” contra lo que le rodea, estira
brazos y piernas y encuentra como obstáculo las paredes uterinas. Esta fuerza
que debe hacer para cambiar la postura fortalece su sistema
músculo-esquelético. En el exterior, el neonato prematuro también debe
desarrollar su fuerza y tono como si estuviese aún dentro del útero. De ahí la
necesidad de hacer “niditos” de contención, que animan al bebé a moverse e
intentar vencer ese obstáculo. Además, existen colchones y almohadas de hidrogel, que reducen el moldeamiento craneal que se produciría si el niño estuviese apoyado sobre una superficie dura.
Oscuridad: Dentro de su madre,
el feto no percibe cambios de luminosidad. Debemos cuidar mucho nuestra
actividad asistencial para evitar ese estímulo. El sistema neurológico, aún en
desarrollo, más inmaduro cuanto más prematuro es el niño, no debe exponerse a
ningún factor estresante. Utilizamos los cobertores, que son paños opacos que
se colocan sobre las incubadoras para asegurar ese ambiente oscuro. Los
monitores nos avisará si hay algún evento que requiere de nuestra intervención.
Antes de retirar el cobertor, deberíamos
tapar los ojos del niño con una gasa o paño limpio.
Silencio: Los sonidos se ven
atenuados al vivir el feto en medio líquido. Un exceso de ruido puede afectar
al desarrollo de su sistema neurológico, además de producir taquicardia,
aumento de la frecuencia respiratoria y estrés. La incubadora posee una doble
pared para atenuar esos posibles ruidos. En cualquier caso
el personal cualificado moderará su tono de voz cuando deba manipular al niño.
Aislamiento de gérmenes: Una bolsa amniótica íntegra protege al feto del ataque de
posibles microorganismos patógenos, hasta el momento de su nacimiento. Cuando
el bebé nace de forma prematura y es introducido en una incubadora, los filtros
de aire presentes en la incubadora ayudan a cumplir esta función, atrapando el
polvo y otras partículas que pudiesen ser perjudiciales para el niño. Una
correcta higiene de manos antes de introducirlas en la incubadora es la base de
la prevención de infecciones por parte del personal sanitario.
Además
de ayudarnos a conseguir ese ambiente tan necesario para el bebé prematuro, la
incubadora tiene una serie de funciones que nos facilitan el trabajo diario:
Báscula: Gracias a la báscula
integrada, los neonatos no deben ser sacados de la incubadora para valorar su
ganancia o pérdida ponderal, lo que minimiza el estrés que les producen nuestras
manipulaciones y el cambio tan extremo de temperatura.
Administración de oxígeno:
Utilizada más en niños a término que necesitan un aporte extra de oxígeno sin
necesidad de ventilación adicional, también las incubadoras nos permiten
administrarlo, de manera que la concentración es mayor dentro que fuera del
dispositivo, asegurando un flujo de oxígeno caliente y húmedo.
Observación directa: Las paredes trasparentes de la incubadora permiten visualizar a un bebé que solo tendrá puesto un pañal. De esta manera y de un vistazo podemos objetivar el buen estado de vías y otros catéteres, sondas, si se producen cambios de coloración… permitiendo
también observar su postura y controlar que no hace ningún movimiento
sugestivo de alteración neurológica.
En
definitiva, la incubadora se ha convertido en un elemento imprescindible en las
unidades neonatales, que ha contribuido al aumento de la supervivencia en el
recién nacido prematuro. Esperamos que esta entrada te haya servido para comprender su función si en algún momento de tu vida tienes que convivir con una de ellas.
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